La actriz María Eugenia ‘La China’ Suárez cargó esta semana con una fuerza inédita contra su ex pareja Benjamín Vicuña, en el marco de una batalla legal por la custodia de sus hijos que ya pasa de lo contractual a lo visceral.
En un descargo público a través de redes sociales, Suárez dejó en evidencia que el conflicto no sólo es personal sino una guerra mediática que pone en riesgo a los menores.
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El detonante fue un comentario de una internauta: “Así como el padre del año pone 800 mil condiciones, La China le ponga no filtrar más nada a la prensa”, escribió la seguidora en X.
Suárez no dudó en responder: “Se le pidió hace mucho tiempo que deje de filtrar información, fechas, todo con respecto a mis hijos. Pero es más fuerte que él llorar en cámara”. Con esas palabras puso nombre y apellido a la filtración que acusa a Vicuña de sostener.
China Suárez desata crisis
El conflicto tiene otros matices: Vicuña había expresado su molestia por la escolarización de los menores en Turquía, tema que previamente había derivado en una disputa legal.
Ahora, además de cuestionarse la estabilidad de la educación de los niños, se pone sobre la mesa quién maneja la narrativa pública. Suárez acusa al actor chileno de utilizar los medios para mostrar lo que ella considera una fachada de “buen padre” mientras ella queda expuesta.
Pero este episodio va más allá de una pelea de famosos: revela cómo, cuando hay hijos y figura pública, cada filtración puede convertirse en arma.
Suárez lo plantea así: mientras ella mueve ficha legal, él expone públicamente su rol de padre, y los niños quedan atrapados en el fuego cruzado.
En ese sentido, la pregunta para el público y el entorno mediático es: ¿ya hay una victoria moral o legal que sustente esta estrategia de denuncia? Y ¿hasta cuándo los menores serán trofeos o escudos en esta disputa entre expareja?















