Hace pocos días, una simple postal de trabajo terminó incendiando los rumores de romance en el ambiente de la farándula: Maly Jorquiera y Jean Philippe Cretton, vistos juntos animando un evento en Puerto Montt, compartieron imágenes en redes sociales que desataron una ola de “shippeo” entre sus seguidores.
La comediante publicó una serie de fotografías junto a Cretton, acompañadas de un mensaje de camaradería: “Con mi querido gran partner @jpcrettino. ¡Eres un bacán! ¡Te queremos!”, comentó. Lo que para ambos fue solo un reconocimiento profesional, para buena parte del público se transformó en “la foto que lo cambió todo”. En cuestión de horas, la publicación acumuló más de 33 mil “me gusta” y decenas de comentarios que van desde “yo me subo a este barco” hasta “este match es real”.
La explosión mediática no sorprende: en diciembre de 2025, ambos nombres ya aparecen con frecuencia en rumores de romances —muchos desmentidos— en torno al animador de TVN.Pero, más allá de la especulación, este episodio revela algo más profundo sobre la televisión chilena: la mezcla de lo profesional y lo personal ya no tiene filtros, y cada imagen, saludo o post puede reinterpretarse como noticia.
Maly Jorquiera y Jean Philippe Cretton
Para Jorquiera, mujer con trayectoria en comedia y redes sociales, sería una apuesta riesgosa: tras una ruptura mediática polémica con su exesposo, Sergio Freire, ella ha dicho que no está buscando pareja —y que su prioridad hoy es su hijo y su trabajo. Pero el público no olvida, el ojo social es implacable, y la tentación de buscar “amor post-fama” en quien comparte escenario es demasiado grande para no especular.
Para Cretton, la dupla también reviste complejidad: se ha visto envuelto en varios rumores amorosos en los últimos meses, desde supuestas relaciones con otras conductoras hasta negativas públicas que buscan apagar el fuego. En ese contexto, la foto con Jorquiera vuelve a poner sobre la mesa la tensión permanente entre la vida privada, la exposición mediática y las expectativas del público.
En definitiva, lo que para algunos puede ser solo una amistad laboral —un “buen partner” en un evento—, para muchos ya calza como “pareja en potencia”. Y en un país donde los chismes se propagan más rápido que las certezas, basta una foto, una frase o un “me gusta” para encender debates, fanatismos e ilusiones.














