La molestia del comunicador va más allá de lo circunstancial: el proyecto frustrado estaba vinculado a un permiso laboral en caso de muerte de mascota —iniciativa que Neme impulsaba públicamente—.
Él sostuvo que dedicó tiempo y convicción para lograr apoyo, y que la falta masiva de asistencia parlamentaria hizo naufragar su esfuerzo sin mediar debate. “Tengo vergüenza y los encuentro lo peor de lo peor”, lanzó en su descargo.
Este episodio revive cuestionamientos sobre la responsabilidad política y el compromiso con la ciudadanía.
En un contexto donde la credibilidad de los diputados ya está bajo lupa, la furia de Neme es síntoma de un desencanto que puede calar hondo entre los electores.
Si el Congreso vuelve a naufragar por ausencias, la percepción pública de la institución podría sufrir un golpe aún más profundo.















