Marcela Vacarezza decidió enfrentar públicamente las críticas que surgieron en redes sociales y algunos espacios televisivos respecto de su relación con su hermana, luego de que se instalara la idea de un supuesto abandono. La comunicadora, acostumbrada a un bajo perfil en temas familiares, optó esta vez por dar su versión y cerrar una polémica que, según ella, se construyó sobre interpretaciones erradas.
En su intervención, Vacarezza fue categórica al negar cualquier distanciamiento irresponsable, asegurando que mantiene contacto y apoyo permanente, aunque lejos de la exposición mediática. “No la tengo abandonada”, enfatizó, marcando un límite frente a la presión pública por exhibir la vida privada como prueba de afecto o compromiso familiar.
Marcela Vacarezza rompe el silencio
El episodio volvió a reflejar una constante en la farándula chilena: la facilidad con que los vínculos personales se transforman en material de juicio público. En este caso, la figura de Vacarezza quedó atrapada entre la expectativa de transparencia total y su derecho a resguardar espacios íntimos, una tensión que suele afectar especialmente a mujeres ligadas al mundo televisivo.
Desde el entorno mediático, algunos analistas apuntan a que el debate dice más sobre el consumo de conflictos familiares como espectáculo que sobre la relación real entre ambas hermanas. La ausencia de información concreta fue rápidamente llenada por especulaciones, amplificadas por redes sociales y programas de comentario liviano.
Con su respuesta, Marcela Vacarezza buscó cerrar el tema y recuperar el control del relato. Más allá del caso puntual, la situación vuelve a abrir una pregunta incómoda: ¿hasta dónde llega el derecho del público a opinar sobre la vida privada de los rostros televisivos? En una industria que vive de la exposición, marcar límites sigue siendo un acto poco habitual, pero necesario.











