Después de 17 años de matrimonio, 4 hijos y una vida construida ante las cámaras, Álvaro Ballero confirmó su separación de Ludmila Ksenofontova en agosto de 2025, describiéndola como “el proceso más difícil y doloroso de mi vida”.
Aunque en ese entonces el anuncio vino acompañado de palabras de respeto mutuo —“no hubo engaño” y “le deseo lo mejor” hacia su ex, madre de sus hijos”— poco se dijo públicamente del infierno emocional que vendría después.
Cuatro meses después del anuncio público, Ballero decidió abrir el telón de su duelo. En un post de Instagram relató jornadas divididas entre visitas a sus hijos, nostalgia por la vida familiar perdida, y noches de “llorar a moco tendido” o “cabeza a mil”. Esa “montaña rusa” —con risas escasas y derrotas personales— lo ha obligado a buscar ayuda profesional.
El complejo renacer de Álvaro Ballero
Pero su honestidad no quedó ahí: admitió haber retomado un viejo “vicio” abandonado hace más de 20 años: fumar. Una recaída que, según sus propias palabras, “espera dejar”. El gesto grafica el peso del quiebre: no basta con ejercicio ni dietas (en tres meses perdió 9 kilos), la herida emocional sigue abierta.
En medio del caos, han surgido quienes han intentado acercarse: “muchas mujeres” que “abiertamente han tratado de conquistarme”, según Ballero. Pero él lo tiene claro: hoy no está en condiciones de construir un nuevo vínculo. “No soy nadie hoy para buscar un amorío de medianoche… me siento incapaz de volver a amar a alguien”, confesó. Prefiere quedarse en su rincón, intentando juntar los pedazos de un corazón roto, sin aplicar pegamento todavía.
La nostalgia por su familia —ahogada en recuerdos de momentos felices— sigue presente: conserva su argolla de matrimonio y confiesa que aún sueña con una reconciliación que hoy parece improbable.












