El imitador estrella Stefan Kramer volvió a poner la atención sobre él justo en pleno estallido de la campaña presidencial, con una imitación de Eduardo Artés que no pasó desapercibida. En el programa ¿Cuánto vale el voto? reveló un nivel de caracterización tan preciso que muchos usuarios de redes dudaron quién era el personaje real.
En su rutina, Kramer no solo replicó gestos y muletillas del candidato, sino que incluyó planteamientos irónicos como “la izquierda falsa” y frases como “yo mismo, cómo se llama, me voy a meter preso”. Estas líneas, entre sátira y política, pusieron en escena un candidato caricaturizado que juega con los bordes de lo humorístico y lo crítico.
Pero lo interesante va más allá de la imitación: la reacción del público y de los medios muestra que estamos ante un fenómeno distinto. No solo se ríe del candidato, sino que el medio lo convierte en parte de la conversación política — y eso abre preguntas.
¿Hasta qué punto la caricatura de un aspirante a La Moneda influye en la percepción del electorado? Kramer, maestro en mimetismo, se convierte en altavoz de lo que muchos piensan, pero pocos dicen en público.
Finalmente, este episodio demuestra que la frontera entre comedia y campaña política se estrecha cada día más.
En un momento en que cada gesto, cada frase y cada meme pueden tener impacto electoral, un imitador como Kramer se coloca en una posición de poder inesperada: la de moldear un candidato a través de la burla. Y mientras tanto, el verdadero Artés tendrá que decidir si toma la broma como ataque, como propaganda o como advertencia.















