Con un perfil bajo, pero suficiente calidez como para derretir Instagram, Carmen Zabala sorprendió esta semana al conmemorar los tres años de relación con Nicolás Oyarzún. La actriz subió a sus redes sociales un carrusel de fotografías inéditas —entre paseos, atardeceres y gestos de cariño— bajo el mensaje: “Tres años. Todos los días, todas las noches, viví de amor”.
Para muchos, es la postal perfecta de una pareja consolidada. Las imágenes retratan complicidad, ternura y tranquilidad: escenas cotidianas y escapadas, sin artificios de farándula. Oyarzún respondió al gesto con un escueto pero sentida declaración: “Con todo el corazón ruidoso”.
Tres años de “vivir de amor”
Lo que llama la atención —y no es menor en tiempos donde la exposición pública pesa— es la decisión de compartir lo íntimo, pero con mesura. Ni escándalos, ni poses de alfombra, ni luces de reality. Esa naturalidad promete reforzar una imagen distante de lo tradicionalmente “farándulero”. En ese sentido, la celebración pública del aniversario puede leerse como un acto de transparencia emocional, una apuesta por mostrar vulnerabilidad sin glamour superficial.
Pero también hay un giro más estratégico: en un momento en que ambos conjugan proyectos actorales con la maternidad (en el caso de Zabala) y una carrera en crecimiento, esa publicación funciona como una consolidación de marca personal. A diferencia del ruido mediático habitual, lo suyo apuesta por el relato sensible, cotidiano.
Desde fuera, lo que vemos es una pareja “tierna” y estable; desde adentro, puede haber ambición de imagen. En la industria del espectáculo chileno, donde los vínculos sentimentales aparecen y desaparecen con facilidad, asumir una relación de años y exhibirla con naturalidad es, por sí mismo, un gesto de valentía mediática. Sobretodo cuando existe un componente de compromiso familiar, como en el caso de Zabala, madre de una hija.
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