En medio de una campaña política cada vez más áspera, Jeannette Jara lanzó un dardo con nombre propio a José Antonio Kast: “El candidato creo que le debe una explicación a Chile”, sostuvo, exigiendo que asuma la responsabilidad por los polémicos dichos de su bancada.
La controversia se desató luego de que José Carlos Meza, diputado aliado a Kast, declarara públicamente su disposición a conmutar condenas de reos terminales —incluso en casos de abuso sexual infantil— bajo el argumento de ofrecer “humanidad” a quienes enfrentarían una muerte cercana. Esa afirmación encendió una alarma social: ¿indulto para abusadores de menores? Una línea que muchos consideran tan grave como innegociable.
“Kast debe dar la cara”
Kast, al ser consultado, esquivó dar una postura clara, respondiendo con reproches al Gobierno y acusando a Jara de “usar La Moneda” como caja de resonancia. Pero para Jara, ese tipo de evasivas son insuficientes. En su punto de prensa, advirtió que no basta con “culpar a terceros”: un candidato a La Moneda tiene la obligación de responder de frente.
La exigencia de Jara se transforma en un espejo que interpela al electorado: ¿puede Chile confiar en un eventual gobierno que nace envuelto en ambigüedades morales? Más aún cuando hablamos de víctimas —niños y niñas— que no admiten “matices” en su defensa.
Hoy, la pulseada no es solo política: es ética. Y en ese ring, quien calla no solo evade una pregunta: corre el riesgo de perder algo más grave.















