Una irrupción sorpresiva y directa sacudió hoy un punto de prensa del diputado Partido Radical (PR), Cosme Mellado. Cuando el legislador intentaba responder a consultas sobre sus polémicas internas —incluyendo la reciente querella en su contra por abuso sexual—, una persona trans se paró frente a micrófonos, rompió el protocolo de prensa, y lanzó un mensaje que retumbó: “Que todo el mundo lo sepa”.
El incidente no solo interrumpió el discurso del diputado, sino que cortó por lo sano su control narrativo. Mientras cámaras y periodistas buscaban capturar el momento, la persona, cuya identidad se reserva por seguridad, acusó a Mellado de representar “impunidad, abuso y silencio”, en un país donde aún muchas denuncias quedan en reserva.
Fue un portazo mediático: la persona trans se fue sin más, dejando el micrófono y un silencio incómodo. Algunos medios captaron solo fragmentos —el video fue difundido por redes sociales—, pero el impacto ya estaba hecho.
“Que todo el mundo lo sepa”
Este episodio ocurre en pleno escándalo por la denuncia formal por abuso sexual en contra de Mellado, presentada en noviembre por una ex asesora legislativa y acompañada por el SernamEG. En esa causa —de la que poco se ha dicho públicamente, por estar bajo reserva del Ministerio Público— se acusan comportamientos de connotación sexual en dependencias parlamentarias.
Que una persona trans irrumpa hoy en escena con este grito significa quizá algo más que una exigencia de justicia: una carga simbólica contra la impunidad institucional, y un recordatorio incómodo de que detrás de esos señalamientos hay humanos que exigen ser vistos y escuchados.
Para muchos activistas LGBT+ y defensores de derechos humanos, la acción no fue espontánea: sería fruto de descontento acumulado por años de denuncias silenciadas, impunidad estructural, y la incapacidad del Estado de garantizar reparación efectiva. En conversación con organizaciones trans, varias voces coinciden en que el gesto —ruptura del protocolo, visibilidad pública, denuncia clara— expresa desesperación, pero también determinación.
Por ahora, el punto de prensa quedó trunco. Los diputados presentes guardaron silencio. Las cámaras siguieron registrando, pero las palabras que resonaron no fueron las de Mellado. Fue la voz de una persona trans que, con un grito al centro del Congreso, lanzó una advertencia clara: la vergüenza ya no alcanzará para tapar los excesos. Y puso en evidencia algo esencial: en Chile los silencios ya no valen tanto como las historias —y las víctimas— que gritan por justicia.












