En 2002 fue cuando Spencer Tunick -el fotógrafo estadounidense que adquirió notoriedad a principios de este siglo por realizar intervenciones urbanas con desnudos masivos- fue invitado a Chile por Francisco Brugnoli, entonces director del Museo de Arte Contemporáneo.
Habían acordado realizar un evento masivo y llamativo. Según Tunick, «en ese entonces se dudaba si el tipo de arte al cual se dedicaba, se pudiese realizar en nuestro país, un país que entraba al tercer milenio plagado de mentes e instituciones tan conservadoras como anticuadas, pero aún así decidieron intentarlo» (…) lo que resultó en todo un éxito.
Tunick deseaba fotografiar a desnudos en forma masiva en el Parque Forestal. Se calculó que una vez resueltas las resistencias conservadoras, religiosas y pudorosas de la época, por lo menos 200 a 250 personas lo apoyarían y asistirían ese día de liberación artística, pero ocurrió algo inesperado e histórico.
El domingo 30 de julio, el Parque Forestal se vio ocupado más de 4.000 chilenos dispuestos a desvestirse y posar para Spencer Tunick en frente del Museo de Bellas Artes.
Esa mañana, el sol era tenue, la temperatura no era de más de 7 grados Cº y el ambiente era húmedo, pero el sector aledaño al Museo de Bellas Artes se llenó de calor humano pese a que todo partió con cierta timidez. A cada minuto, mientras los presentes procedían a quitarse sus prendas, aumentaba la expectación y entre gritos y alaridos de alegría, esos 4 mil chilenos lideraron un nuevo despertar para el país.
Todo transcurrió rápido, fue una gran sorpresa, ya que el anuncio de la performance ya estaba hecho al menos un mes antes y generó una serie de discusiones en la sociedad chilena del momento, incluyendo manifestaciones en las calles en contra del montaje.
A los que asistían se les ofrecía una fotografía original del evento, el anunció indicaba lo siguiente: “Usted sólo estará desnudo por algunos minutos. El evento completo tomará 30 minutos, llueva o truene”. Las y los interesados, mayores de edad por requisito, debían inscribirse por correo electrónico. Llegado el día, se habían recibido más de dos mil solicitudes.
Contraste impresionante
La elección del lugar para la instalación de Tunick en Santiago implicó una negociación política con la Intendencia y la Municipalidad de Santiago a la que Del Valle tuvo que hacer frente. Se pensó antes en el puente Loreto, en la Plaza de la Constitución y sólo al final apareció como opción el Parque Forestal. “Era el más idóneo”.
Según entrevistas de la época nadie sabía lo que iba a pasar ese día “ni ellos ni nosotros en el museo”. La cantidad de personas inscritas fue impresionante, considerando la oposición moral de las iglesias, y con la visión conservadora que se tenía de los chilenos en ese entonces.
Pero esa mañana la orden del megáfono de Spencer Tunick arriba de una escalera de pié, para dejar sus prendas en un sector especialmente dispuesto hizo olvidar todo. Una multitud de todas las edades y rincones del país fueron llamadas desnudarse.
Ese día domingo fue algo inexplicable, un acto de revelación e incluso liberación para una sociedad que jamás había participado y expuesto de esta forma.
Meses después de su paso por Santiago en 2002, Spencer Tunick envió a Chile 4 mil copias de las dos fotografías que capturó en el Parque Forestal.
“Fue un día histórico, no sólo por el poder de convocatoria que consiguió Tunick, si no que también, ya que brindó un destape en la cultura chilena, que representa muchas cosas: la libertad, la apropiación de los espacios públicos que después de su trabajo siguió creciendo mucho más” comenta Alfonso Díaz director ejecutivo de Fundación Antenna por la democratización del arte y cultura.
Cuando le han preguntado sobre la idea de recrear este performance el fotógrafo ha señalado, “no quiero batir récords de cifras. No estoy interesado en eso. Quiero volver a Chile con mi trabajo, pero también llevar a mi familia y mostrarles a mis hijos que soy apreciado en algún lugar. Quiero decirles: miren, su papá hizo algo importante acá. Y no puedo no terminar las cosas que empiezo. No puedo dejar ideas flotando simplemente por ahí. Ahora que han pasado 20 años desde esa primera vez, la necesidad de volver se me repite una y otra vez, obsesivamente.”
Hoy, el fotógrafo que logró ganar el corazón de los chilenos, continúa con su trabajo alrededor del mundo, recientemente con una instalación de cientos de personas en el Mar Muerto, atrayendo la atención hacia las problemáticas del medio ambiente. Además de que adaptar en este último tiempo sus performance a lo que es la pandemia con retratos del encierro a través de videollamadas.
Un nuevo país que deja de vivir «puertas adentro»
El premiado periodista Gazi Jalil Figueroa, quien fue uno de los 4 mil ciudadanos desnudos esa mañana. Como redactor de temas especiales de la sección Nacional del diario La Tercera, fue enviado a vivir la experiencia y lo relató más más tarde para sus lectores.
A su juicio se trató de un tema histórico. «Fue importante, ya que nos demostró que Chile había cambiado, el país tenía una percepción de sí mismo como un país conservador antes de Tunick y tuvo otra percepción sobre si después de Tunick: El Chileno se miró de otra manera, en el terreno valórico y moral pero después de Tunick ya esa idea quedó en entredicho».
El hoy Director de la Escuela de Periodismo de la UDP, recuerda que semanas antes el fotógrafo estuvo en Brasil y Argentina «y no había llegado tanta gente, y eso que se suponía que esos países eran mucho más abiertos que nosotros en ese sentido. Entonces, esta especie de explosión de liberación que vivió el país fue muy notoria, porque lo que Tunick lo que hizo fue destapar esa olla y pasó todo muy rápido».
Consultado respecto de la contribución del evento hacia el futuro en el país, Jalil asegura que «hubo un cambio de la forma en que el chileno se comienza a mirar de ahí en adelante. Básicamente hubo un sinceramiento en ese sentido, ya que hasta entonces el país estaba acostumbrado a esconder y vivir mas puertas adentro, pero después vino esta apertura hacia la honestidad en muchos planos».
Por otro lado -agrega- «también funcionó como un juego social, si se ve desde otro punto de vista, porque a mucha gente le pareció que era algo que probablemente siempre quiso hacer y no podía porque estaba prohibido pero se abrió un espacio para hacerlo. Es natural, de todas formas, que si hay algo prohibido que de pronto se puede, obviamente las personas lo van a hacer porque probablemente nunca más ocurriría algo así», concluye el periodista.
Si tienes un recuerdo, una fotografía y quieres comentar este histórico momento, escríbenos al correo: paula@sintesischile.cl