Los hechos acaecidos durante las últimas jornadas -en pleno desarrollo de la violencia desatada por la izquierda y la ultraizquierda-, que pese a no tener una declaratoria de un ideario, evidentemente apunta al resultado del Plebiscito, nos demuestran una vez más que el objetivo es horadar la institucionalidad, propugnar el poder absoluto para un sector y terminar con la democracia.
¡Por favor!. Los chilenos ya demostramos el domingo que no somos un rebaño dócil y menos ingenuo. No vengan con que este proyecto de ‘octubrismo’ se debe a las carencias de infraestructura en los colegios. Porque claramente detrás de todo esto están comunistas de la línea más dura, miristas, lautaristas y anarquistas, que siguen ahí, esperando la oportunidad de lograr la destrucción de nuestro país.
Esta vez, y tal como en 2019, el violentismo “juvenil” deja huella y tufillo a organización, planificación, financiamiento y logística. No nos engañemos. Los participantes no son solamente estudiantes, hay apoderados, profesores, personal administrativo y aliados provenientes del lumpen. Las indignadas palabras de Maduro por el resultado del Plebiscito son una muestra de que la derrota que sufrieron a manos de la democracia no la van a dejar pasar. El plan para Chile les ha fracasado.
Si a eso se añaden las declaraciones del líder del Podemos español, en que con completo desparpajo admite que la izquierda internacional nuevamente estaba viéndonos como un “laboratorio”, el coctel es aún más explosivo. El experimento para Chile les resultó fallido.
No se puede continuar dialogando sobre la continuidad del proceso constituyente mientras nuestro país esté bajo la extorsión de los violentos. Toda continuación del diálogo se debe hacer sobre una sólida base del restablecimiento del orden público y el Estado de Derecho.
El Congreso se debe abocar a estudiar y deliberar las leyes que respalden el accionar de Carabineros y la PDI en torno a la desarticulación de estas bandas delictuales.
Los colegios emblemáticos y las universidades, sostenedores y dueños, deben asumir la responsabilidad que les corresponde en la destrucción que crean desde sus instituciones y desde las que se exhibe día a día con más claridad la presencia e infiltración de violentos núcleos anarquistas y extremistas.
Lamentablemente este nuevo ataque a la democracia revela también que al parecer lo que buscan la izquierda y la ultraizquierda son víctimas, para poder contar con un escenario fértil donde explotar su discursiva lesiva y antidemocrática.
Debemos concluir que otra convención constituyente no ayuda frente a las incertezas y el riesgo, todo sumado a un escenario de violencia digitada sin control. Entonces, el llamado es a que el Congreso esté a la altura.
Ha llegado el momento que la sociedad chilena -que se manifestó contundentemente el 4 de septiembre- destierre el miedo: debemos organizar nuestros barrios y comunas, la sociedad civil se debe hacer presente y debe ser tomada en cuenta, no como se les negó en la pasada derrotada convención constituyente; debemos ocupar las nuevas tecnologías para organizarnos, debemos reaccionar ante los medios simpatizantes de los violentos.
Chile no puede más con la violencia.