Neme y el espejismo de la izquierda: cómo un periodista gay se convirtió en diana cruzada tras cuestionar la euforia por Kast
En un país donde la política se ha convertido en un ring mediático, José Antonio Neme vuelve a encender polémica. Esta vez no fue por un tuit desafortunado ni por un “fail” en el estudio, sino por lo que él describe como una revelación íntima y estratégica: su condición de homosexual, utilizada como bandera y escudo en debates donde la derecha triunfa y la izquierda entra en pánico.
Desde el set de Mucho Gusto, el rostro televisivo que lleva años navegando entre críticas cruzadas —desde ser catalogado como homofóbico por viejos tuits sobre adopción homoparental hasta defenderse de ataques homofóbicos en redes— dijo sentir que gran parte de quienes votaron por José Antonio Kast perciben su sexualidad como un elemento político, más que una experiencia personal.
Neme y el espejismo de la izquierda
Neme no sólo analizó la “euforia inexplicable” tras el triunfo del líder republicano, sino que expuso la contradicción de ciertos sectores progresistas que, según él, proyectan una superioridad moral que inevitablemente politiza su identidad.
“Convivo con personas que lo perciben”, sostuvo con crudeza, señalando el miedo y la ansiedad de amplios grupos sociales frente al nuevo gobierno, y acusando a la izquierda de no conectar con la ciudadanía más allá del discurso identitario.
Lo que no contó La Cuarta es la historia acumulada de Neme contra todo y contra todos. En 2019 ya había recibido una lluvia de críticas por un tuit ambiguo sobre la adopción homoparental —que lo dejó entrever como dudoso en posiciones clave para la comunidad LGBT+— y en otras ocasiones ha tenido que responder en redes a comentarios homofóbicos directos.
Hoy, sin embargo, el periodista parece apostar por transformar esa misma identidad en una forma de desmontar la narrativa de derecha y de izquierda que, según él, domina Chile, señalando que la política cultural del gobierno saliente no representó a la mayoría y que gran parte de la sociedad vive “temores reales”, no fantasmas ideológicos.














