Del verso infantil al mea culpa político: el ex “Niño Poeta” rompe el silencio tras la victoria presidencial de Kast
La imagen quedó dando vueltas en redes sociales apenas se confirmó el triunfo de José Antonio Kast: el recordado “Niño Poeta”, aquel fenómeno televisivo que hace más de una década sorprendía con reflexiones agudas en pantalla, reapareció con una autocrítica pública que mezcla ironía, sorpresa y un golpe directo a la soberbia generacional. “Dije que nunca iba a ser presidente… sin saber que”, reconoció, dejando en evidencia cómo incluso quienes se sienten lúcidos pueden fallar en la lectura del país real.
La frase no pasó inadvertida. En un Chile cansado de diagnósticos errados, burbujas ideológicas y pronósticos fallidos, la reflexión del exniño prodigio fue leída como algo más que una anécdota nostálgica. Fue, para muchos, el símbolo de una élite cultural y mediática que subestimó un fenómeno político que venía creciendo hace años, al margen del aplauso televisivo y del consenso progresista.
Del verso infantil al mea culpa político
Lejos del personaje infantil que declamaba versos en programas de farándula, hoy el ex Niño Poeta habla desde la adultez y la distancia. Su comentario no celebra ni condena directamente el resultado electoral, pero sí expone una fractura evidente entre el discurso público dominante y la decisión mayoritaria expresada en las urnas. En otras palabras, reconoce que el país no votó como muchos “sabían” que iba a votar.
En círculos políticos y comunicacionales, la reflexión fue interpretada como una bofetada suave pero certera a la arrogancia opinológica que marcó la campaña. Analistas apuntan a que el triunfo de Kast no solo derrotó a un proyecto político, sino también a una narrativa que daba por sentada la imposibilidad de su llegada a La Moneda. El comentario del ex Niño Poeta, precisamente por venir desde un símbolo mediático del pasado, amplificó esa derrota cultural.
Así, en medio del reordenamiento político que deja la elección presidencial, la voz del ex Niño Poeta se cuela como un recordatorio incómodo: Chile no siempre responde a los pronósticos ni a los deseos de quienes creen interpretarlo mejor que nadie. A veces, incluso quienes aprendieron a leer el mundo antes de tiempo, también se equivocan. Y esta vez, el error quedó escrito no en versos, sino en votos.















