Gobierno defiende norma para despidos en el Estado y reaviva acusaciones de “amarre” administrativo
La defensa cerrada del Gobierno a la polémica norma que endurece los requisitos para despedir a funcionarios públicos volvió a tensionar el debate político y sindical. Mientras desde La Moneda insisten en que no se trata de un “amarre” para blindar cargos antes del cambio de ciclo político, en la oposición y en sectores técnicos crece la sospecha de que la medida busca dejar el aparato estatal prácticamente inmovilizado.
La norma, cuestionada por su oportunidad y alcance, establece nuevas exigencias formales y administrativas para desvincular a trabajadores del sector público, lo que en la práctica podría dificultar decisiones futuras de eventuales nuevos gobiernos. Desde el Ejecutivo han defendido la iniciativa como una herramienta para evitar despidos arbitrarios y proteger la estabilidad laboral, especialmente tras años marcados por rotación y precarización en algunos servicios.
Sin embargo, el momento elegido para impulsar la regulación encendió las alarmas. Diversos analistas advierten que el fortalecimiento de estas barreras justo cuando el oficialismo enfrenta un escenario político adverso no es casual. A juicio de críticos, la norma corre el riesgo de consolidar una estructura rígida, donde la evaluación de desempeño queda subordinada a procedimientos extensos y difíciles de ejecutar.
Gobierno defiende norma para despidos
Desde el mundo sindical, la lectura es ambivalente. Mientras algunos gremios celebran el refuerzo de garantías laborales, otros reconocen en privado que la medida podría terminar protegiendo malas prácticas y debilitando la gestión pública. La discusión, así, deja al descubierto un dilema histórico del Estado chileno: cómo equilibrar estabilidad laboral con eficiencia y responsabilidad administrativa.
El Gobierno, por ahora, descarta cualquier intencionalidad política y recalca que la norma no impide despidos, sino que los regula. Pero el debate ya está instalado y promete escalar. En un país marcado por la desconfianza hacia las instituciones, la sospecha de un “amarre” estatal vuelve a golpear la credibilidad del Ejecutivo, justo cuando el reloj político avanza sin pausa hacia un nuevo ciclo de poder.















