La mediática Anita Alvarado —también conocida como “la Geisha chilena”— no esquivó la polémica y anunció con crudeza su intención de votar por el candidato de derecha José Antonio Kast en la segunda vuelta presidencial del 14 de diciembre. Sus palabras, entregadas en una entrevista durante la premiación de los Copihue de Oro 2025, encendieron una ola de reacciones encontradas en redes sociales y en los medios.
Alvarado explicó su decisión con argumentos que apelan —según ella— al instinto de protección maternal y a un temor real por la seguridad de su familia: “ahora a los niños no le quitan el celular nada más, ahora les dan una puñalada junto con eso”, afirmó con crudeza, aludiendo a un ambiente de inseguridad que, dice, afecta a la clase media.
Las declaraciones de Alvarado no pasaron inadvertidas entre los cibernautas. Más que elogios, la mayoría de los comentarios apuntaron al rechazo: “Qué peligrosa es tu ignorancia”, “imagínate vender en la calle y votar por la derecha”, “decepción total”, fueron algunos de los mensajes que volcó parte del público.
Anita Alvarado vuelve a la carga
Sin embargo, no faltaron quienes la respaldaron. Para algunos de sus seguidores, su voto representa una decisión consciente frente al escenario político actual: seguridad sobre cambios ideológicos. Pero lo que para unos es valentía, para muchos otros se lee como un error irreparable, especialmente viniendo de una figura pública que también ha defendido causas de visibilidad y “libertad personal”.
El episodio con Alvarado desnuda una tensión latente en Chile: la mezcla de miedo, desconfianza y búsqueda de seguridad siguen pesando más que las propuestas programáticas o el análisis político. Que alguien del mundo del espectáculo —con pasado polémico y cuestionamientos mediáticos— tenga relevancia al punto de generar debates sobre su voto, dice mucho del estado de ánimo de una parte del país: desencantada, reactiva, fragmentada.
Y eso es lo que convierte este voto mediático en algo más que noticia de farándula. Es un síntoma: un indicio de que la campaña no se define solo en plazas, debates o encuestas, sino en redes, miedos cotidianos, resentimientos reales y voces que buscan ser escuchadas. Alvarado ya eligió. Pero con su decisión, muchos otros también dejaron ver qué los mueve —o qué los asusta— de cara al domingo.















