En un giro inusual que vuelve a poner sobre la mesa las tensiones entre Festival de Viña del Mar y los artistas nacionales, el humorista Bombo Fica lanzó una exigencia que va más allá de los millones de pesos por show: pide cambiar la propia estructura del certamen antes de considerar su regreso al escenario de la Quinta Vergara. Esta declaración —que ha caído como bomba en la industria del entretenimiento— no solo confronta a la organización del evento más importante de la música y la comedia en Chile, sino que evidencia un malestar latente en el ecosistema artístico local.
Fica, reconocido por su humor cotidiano y su fuerte presencia en la televisión chilena desde hace décadas, criticó duramente el trato desigual que recibiría la comedia en la parrilla del Festival, proponiendo que los humoristas deberían abrir cada jornada del evento en lugar de aparecer sólo en medio de la noche.
Según él, la gente que llega temprano al anfiteatro está “ansiosa de reír” y eso justificaría un giro estructural del festival, cuyo orden de shows favorece tradicionalmente a los números musicales internacionales y artistas de mayor renombre mediático.
Bombo Fica pone contra las cuerdas al Festival
Este reclamo no surge de la nada: Fica ha cuestionado insistentemente la retribución económica y el lugar otorgado a los humoristas chilenos en comparación con artistas extranjeros, señalando que los comediantes nacionales reciben cifras “insuficientes” frente a los montos multimillonarios que perciben los grandes nombres internacionales que confirman asistencia a Viña cada año.
Además, ha puesto el foco en lo que considera una falta de respeto hacia los talentos locales, citando la ausencia de figuras como María José Quintanilla en el cartel reciente como ejemplo de decisiones arbitrarias de la organización.
La exigencia de Fica, que muchos interpretan como una mezcla de orgullo profesional y crítica frontal a un modelo de negocio televisivo que premia lo foráneo sobre lo patrio, abre una discusión más profunda sobre la identidad cultural que el Festival de Viña del Mar pretende representar. Para algunos, la posición del humorista refleja un sentimiento de resentimiento histórico ante la valorización de lo internacional en desmedro de lo chileno, especialmente en un certamen con raíces tan profundas en la cultura popular nacional.
Críticos del espectáculo señalan que estas posturas —si bien legítimas en cuanto a reconocimiento artístico— podrían complicar las relaciones entre los comediantes con el canal organizador y los productores, cuestionando si este tipo de presión pública ayuda o dificulta la visibilidad de la comedia chilena en un escenario global.
Más allá de la polémica, la voz de Bombo Fica resuena como un llamado a repensar no solo cuánto se paga, sino cómo se valoriza y distribuye el talento nacional dentro de uno de los eventos televisivos más vistos del país.















