El cierre de la Teletón 2025 —una de las citas mediáticas de fin de año más relevantes en Chile— dejó más de una nota de solidaridad: también abrió un quiebre profundo entre aplausos, imitaciones y una ola de críticas virtuales.
En el centro del huracán, la rutina de Stefan Kramer, que incluyó una caracterización del cantante mexicano Cristián Castro, encendió una polémica de grandes dimensiones. Y esta mañana, fue el propio Castro quien rompió el silencio.
Durante su show en el Movistar Arena, donde actuaba en su segundo concierto en Chile, Cristián Castro se dirigió al público con dureza: “Me imitó muy, muy feo… ¿verdad? ¿Por qué me hacen esto?”, lanzó.
Con esa frase – recibida con ovaciones y gritos del público – dejó en claro su molestia. Para muchos, un portazo contundente: la imitación no fue tomada como acto humorístico, sino como una ofensa personal.
La rutina de Kramer, presentada en la medianoche del domingo, mezcló magia, humor y parodia: tras aparecer caracterizado como el político Eduardo Artés, el imitador volvió al escenario convertido en Castro, acompañado por el animador Leo Caprile y el mago Jean Paul Olhaberry.
Cristián Castro estalla contra Stefan Kramer
En el estadio hubo aplausos y reacciones mixtas, pero fuera de él, sobre todo en redes sociales, se desató una avalancha de críticas. Muchos calificaron la rutina como “fome”, “sin respeto” e incluso “ofensiva”.
Según varios usuarios, lo criticable no fue solo la imitación en sí, sino el contexto: Castro había estado la noche anterior apoyando la Teletón con su voz, interpretando sus éxitos en un acto solidario. Imitarlo al día siguiente, para muchos, resultó una burla innecesaria. Incluso hubo quienes señalaron un componente de burla hacia su sexualidad y personalidad.
Este episodio saca a la luz un debate incómodo sobre los límites del humor. En un país donde la sátira, la imitación y la parodia son parte del ADN del espectáculo —y del cierre de ciclos como la Teletón— resulta inevitable preguntarse: ¿cuándo la imitación deja de ser graciosa y empieza a cruzar la línea del respeto?
Para quienes defienden al humorista, esta ha sido una de sus rutinas más arriesgadas —convirtiendo figuras mediáticas en chiste, como lo ha hecho durante décadas. Pero esta vez, el pudor público y la sensibilidad de un artista internacional como Castro lo obligaron a responder. Y su réplica mostró que las burlas pueden doler más de lo que algunos piensan.
Al poner en evidencia su descontento en pleno concierto, Castro no solo defendió su nombre: alertó a la industria del entretenimiento. Que un imitador con la trayectoria de Kramer reciba un rechazo tan claro demuestra que los códigos han cambiado.
Para la audiencia, para los artistas, para quienes aún creen que la parodia lo aguanta todo: este episodio marca un nuevo umbral. Y quizás —ojalá— un precedente para que el humor mediático no olvide que detrás de una voz, una gestualidad o un personaje, hay una persona con dignidad.










