La periodista y conductora Soledad Onetto rompió el silencio y compartió en redes sociales una despedida que más que una noticia de farándula habla de duelo, nostalgia y un luto personal profundo. Con una breve pero emotiva declaración junto a una fotografía donde posa con su perro —al que nombró “Lek”— anunció que su fiel compañero había fallecido, dejando tras de sí años de lealtad, cariño y compañía.
En su post, Onetto le dedicó palabras cargadas de afecto: “Gracias, Lek, por regalarme tu vida entera, entera para mí… te amaré siempre, mi perro, vivirás en mi corazón y dormirás en mi alma”. Pero más allá del despliegue público de dolor, lo que llama la atención es el lugar que ocupaba ese vínculo para ella: un refugio emocional en medio de una vida marcada por pantallas, cámaras, noticias y la exposición pública.
Te amaré siempre
Según sus propias confesiones —en entrevistas anteriores— los animales y su hijo Borja representan el ancla que le permite mantener el equilibrio en medio del ritmo frenético que imprime el periodismo.
Para muchos, la muerte de una mascota es un hecho íntimo, alejado de las cámaras y del ruido mediático. Pero en el caso de Onetto, su dolor se volvió público.
Y con ello, puso en evidencia algo que a menudo se olvida en el transformismo de las celebridades: que detrás de los rostros televisivos hay vidas, afectos y pérdidas reales. Las condolencias no tardaron en llegar —también desde colegas del medio, como Diana Bolocco —, quienes compartieron mensajes de abrazo, solidaridad y cercanía.
Este duelo —una despedida de 11 años de compañía, pues Onetto adoptó a Lek en 2014— invita a reflexionar sobre la soledad, el apego, la familia en todas sus formas y la sobrecarga emocional que puede vivir alguien cuya vida transcurre en la pantalla, pero cuyo corazón late a la par del resto. Que la noticia parezca menor para algunos no le quita el valor: hay duelos que no aparecen en los titulares, pero que duelen igual.















