En el último capítulo de “Podemos Hablar”, lo que partió como una rutina más en el panel se transformó en un choque frontal que puso en evidencia las tensiones profundas entre espectáculo, política y opiniones. La diputada Pamela Jiles y el actor Rodrigo Muñoz protagonizaron un enfrentamiento directo, cargado de acusaciones, amenazas legales —y un trasfondo de polarización que trasciende la televisión.
La chispa se encendió cuando la conversación derivó hacia una posible candidatura presidencial de Jiles en 2030. Mientras “Botota” Fox apoyaba la idea, Muñoz fue categórico: “Por ningún motivo” votaría por ella. La razón: sus críticas al gobierno, su estilo frontal y “esa costumbre de hablar mal de la gente”. Según Muñoz, la parlamentaria representa un discurso divisivo y agresivo que no está dispuesto a respaldar.
Duro round entre Pamela Jiles y Rodrigo Muñoz
La reacción de Jiles no se hizo esperar. No solo respondió tildando a Muñoz de “borichista rabioso”, sino que amenazó con acciones legales. Para ella, acusarlo de mentir —o poner en duda su integridad— puede derivar en una querella por injurias y calumnias. Una muestra más de cómo el debate se está judicializando y de cómo lo mediático termina retroalimentándose con lo político.
Pero lo que podría leerse como un simple choque de voluntades tiene resonancias mayores. Este episodio expone la crisis del “espacio común” en Chile: un panel de farándula convertido en ring político, donde la empatía y el respeto quedan de lado frente a gritos, insultos y amenazas.
Para quienes siguen la televisión con cierto desencanto, este cruce deja una sensación clara: no se trata de diferencias de gustos o talento —como discutieron a propósito de la actuación del comediante Luis Slimming en la Teletón—, sino de decisiones de fondo. Quienes no pertenecen a una tribuna definida, hoy son vistos como enemigos.















